Sueños salidos del horno

PNUD Colombia
5 min readMar 8, 2020

Son las 6:00 de la mañana y el sol empieza a despuntar en la amplia planicie de los llanos orientales colombianos. Los arrendajos acompañan con su canto la llegada de un nuevo día. El viento no corre, parece estancado, anuncia un día caluroso. El olor a pan fresco recorre las habitaciones de hormigón blanco, los salones auxiliares, la guardería y la cancha de arenisca y tierra. Los niños que ya se encuentran jugando en el patio saben que es hora de desayunar, su estómago no les miente.

Es un nuevo día en Amasando Sueños, la panadería del ETCR, en la vereda Buenavista del municipio de Mesetas donde trabajan por turnos nueve mujeres reincorporadas y dos hombres, uno en proceso de reintegración y otro perteneciente a la comunidad. Diana Carol Forero, una de las excombatientes de las FARC que administra este proyecto, se levanta temprano junto a sus compañeras de turno para hacer el pan y comercializarlo dentro de la comunidad.

El proceso de elaboración de pan parece sencillo. Hidratar la levadura, mezclar bien los ingredientes -agua, levadura y sal-, dejar reposar la mezcla, agregar la harina, amasar y darle forma, colocar en el horno por 45 minutos. Sin embargo, antes no era así. Algunas de las mujeres sabían hacer pan en la guerra, de una forma más rústica y práctica, pero ya conocían la magia de este quehacer culinario. Este era un proceso que podría tardar hasta el doble de tiempo — dice Diana Carol — mientras prende y pone a recalentar el horno industrial de aluminio con el que ahora trabaja.

El colectivo de Amasando Sueños es parte de los Proyectos de Impacto Rápido (PIR) que contaron con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo — PNUD — y la Misión de Verificación de la ONU, financiados por el Departamento de Asuntos Políticos y Consolidación de la Paz de la ONU; el cual buscan tener incidencia en las iniciativas de reincorporación económica y social que tienen los excombatientes de la antigua guerrilla. Debido a este apoyo, la panadería recibió de dotación un horno industrial, una amasadora y otros equipos e insumos de dotación que tecnificaron el proceso de elaboración del pan y han logrado generan mayor rentabilidad en el negocio.

Son cinco mujeres las que están trabajando esta mañana, algunas de ellas están allí acompañadas de sus hijos, niños en brazos o pequeños que juegan alrededor de las piernas de sus madres para no perderlas de vista. Ellas se reparten las tareas, mientras una alista los ingredientes, otra realiza los cortes a la masa, la última limpia y engrasa las bandejas de aluminio donde posteriormente será colocada la mezcla de harina y agua.

La elaboración del pan no es lo único que tienen en común estas mujeres, tampoco haber compartido varios años en las filas de la guerrilla más antigua de Colombia. Lo que tienen en común son sus experiencias, sentimientos y sufrimientos, pero sobre todo sus sueños. Por eso están juntas en este proyecto que nació de la iniciativa del Comité de Género de las FARC y de las mujeres presentes en el ETCR, una idea con la que se sintonizaron desde el primer momento y con la que buscan mejorar su calidad de vida. Ellas han entendido el valor de ser lideresas de su propio proceso de reincorporación, se han encargado desde el inicio de trazar su proyecto de vida, de buscar soluciones a los inconvenientes que se les presentan, y de nunca dejar de luchar por lo que se proponen.

Mientras organizan la masa del pan en las bandejas, Diana Carol — agrega, orgullosa — que ha tenido la oportunidad de estudiar psicología, aunque tuviera que suspender este semestre por falta de dinero para la matrícula, y que descubrió que haciendo pan se ha convertido en una terapia psicológica excelente para la depresión y la frustración que a veces la aflige. De pronto los problemas la desbordan tanto que encuentra en el quehacer del pan un momento de catarsis, en donde puede reconocer sus emociones y hacerse cargo de ellas -cuenta, mientras se le dibuja media sonrisa en la cara-.

Hacer pan se ha convertido no solo en el trabajo de subsistencia de estas mujeres sino en una terapia que les recuerda el balance, la armonía y la disciplina que se necesita para hacer un buen pan, al igual que se necesita para vivir una buena vida. Hacer pan les ha servido a sentirse útiles, fuera del ámbito privado, del hogar, ellas ven en el proceso de creación de productos como la mantecada, el pan y las mogollas la materialización de sus ilusiones y sueños más profundos. La vida no ha sido fácil, sin embargo, en sus manos se cuenta la lucha que no solo han tenido que vivir para hacerse un lugar en una sociedad cada vez más excluyente tanto por ser excombatientes como por ser mujeres. Han reconocido en esta lucha diaria por sus derechos y sueños, el valor que tiene la persistencia y el empoderamiento de sus vidas que no solo sirve de ejemplo para sus hijas que las rodean sino también para sus vecinas, para las mujeres de la comunidad que aprenden y comparten sus experiencias mientras disfrutan de sus productos.

Suena el cronómetro, el pan está listo. Los primeros compradores empiezan a acercarse a la panadería. Sale del horno ese aroma inconfundible del pan recién hecho, ese olor que a muchos les recuerda momentos felices, ese olor que a ellas les recuerda día a día que otra etapa de su vida comenzó, que ahora son una comunidad que trabaja para impulsar a otras mujeres a ser productivas, como ahora ellas lo son, a tener sostenibilidad, a desarrollar sus iniciativas propias, a luchar por una sociedad igualitaria e incluyente y a perseguir los sueños porque sí, aunque cueste, cumplir sueños es posible.

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